Esta es la historia del Señor venido en forma humana
Puttaparti es la morada tanto de Lakshmi como de Sarasvati (diosas de la riqueza y la sabiduría), dice la alabanza cantada al lugar por un anónimo poeta del pasado. De hecho, Puttaparti fue lacuna de pandits (filósofos) y eruditos, de héroes y benefactores. La familia Raju (casa de la que viene Sathyanarayana, nombre de nacimiento de Sathya Sai Baba) fue conocida por su piedad desde los tiempos del renombrado sabio Venkavadhuta. Ellos no sólo construyeron y donaron el templo de Gopalaswami, sino que conservaron vivo el recuerdo de la dedicación del templo a Sathyabama (la consorte de Ushna) por el piadoso Sri Ratnakaram Kondama Raju. El solía decir, como explicación de este inusual tributo que no es muy frecuente que se le ofrende en cualquier parte de la India a esta deidad, que fue un extraño sueño lo que lo impulsó a erigir el templo. Sri Kondama Raju llegó a ser un anciano centenario, y recuerdo cómo corrían lágrimas de alegría por sus ajadas mejillas cada vez que rememoraba la maravillosa experiencia. En el sueño, Kondama Raju veía a «Sathyabama, sola, encinta y afligida, esperando ansiosa a su Señor, que había partido para traerle desde los cielos las apreciadas flores Parijata. Los minutos de espera se convirtieron en horas y las horas se fueron acumulando en días, sin que hubiera señales de Krishna… Sathyabama estalló en sollozos. Se desató una gran tormenta, acompañada de truenos y relámpagos y una lluvia torrencial. Por suerte, Sathyabama vio a Kondama Raju, quien iba pasando en ese momento, y le pidió que la albergara». Esto fue lo que llevó a Sri Kondama Raju a tomar la determinación de levantar un templo de gran tamaño para la consorte del Señor. Kondama era un alma piadosa que vivió durante sus ciento diez años de existencia terrenal en una incesante contemplación del Señor.
Sri Kondama Raju tuvo dos hijos que fueron bautizados con base en el nombre del sabio Venkavadhuta: Pedda Venkappa Raju y Chinna Venkappa Raju. Una vez, sus padres llevaron a Pedda Venkappa Raju hasta la aldea de Kolimigundla, La familia poseía allí algunas tierras que habían sido entregadas en arriendo a largo plazo y la visita tenía como primer propósito familiarizar a su hijo con aquellas posesiones y sus arrendatarios. Mas Kondama Raju tenía también otro propósito: producir el auspicioso matrimonio de Pedda VenkappaRaju con Eswarama (hija de Sri Subba Raju, familiar que vivía por ese sector). Esta feliz pareja fue bendecida con el nacimiento de un hijo y dos hijas, en el siguiente orden: Seshama Raju, Venkama y Parvatama. Pero luego de algunos años, Eswarama ansió otro hijo. Elevó sus plegarias a los dioses de la aldea e hizo repetidas ofrendas a Sathyanarayana y cumplió una serie de rigurosos votos, vigilias y ayunos. En Vaikunta, la morada de Vishnú, el Señor escuchó las plegarias de la madre ydecidió dónde habría de tomar forma humana… ¡Y vino!
Se formó la envoltura material que el Señor quiso usar una vez más. Empezó a crecer de semana en semana. Misteriosos anuncios de la inminente encarnación alteraron el sereno curso de la vida familiar de Pedda Venkappa; por ejemplo, el resonar de la tambura. Había una tambura bastante grande recargada en una pared, y un tambor en el suelo debajo de ella, los cuales únicamente quedaban en silencio en la noche, cuando los miembros de la familia se retiraban a dormir. Mas cuando se hizoi nminente el nacimiento del niño por el que Eswarama tanto había rogado, la familia era despertada a medianoche y a veces más tarde por el rítmico sonido del tambor y el tañido de la tambura, como si fueran tocados por manos expertas. Se formularon muchas teorías para explicar este fenómeno, mas al presentarlas, los sabios de la aldea no hacían sino ahondar el misterio. Pedda Venkappa Raju viajó apresuradamente hasta Rukapatnam, donde vivía un sabio en cuya interpretación podía confiar. El sabio le indicó que se tratab ade un acontecimiento auspicioso; significaba la presencia de un Shakti, o poder benéfico, que manifiesta armonía, orden, equilibrio, elevación espiritual y alegría. El vigésimo tercer día de noviembre de 1926 nació el hijo.
Era el momento en que salía el sol y los aldeanos cantaban el nombre de Shiva, recordando que el día era aún Kartika Somavara, un lunes del sagrado mes de Kartika, dedicado a la devoción y al cultode Shiva. El año era Akshaya: «el que no dedina, el siempre pleno». Eswarama había terminado con premura su ritual a Sathyanarayana, porque los síntomas del parto habían comenzado mientras efectuaba las ceremonias. Al avisarles a las demás personas de la casa, la gente fue a buscar a Lakshamma, su suegra, la piadosa anciana de la familia, pero ésta había ido a ver al sacerdote a realizar su ritual. Los mensajeros la encontraron allá y la urgieron para que retomara a casa, pero ella tenía tanta fe en la gracia de Sathyanarayana, era tan firme su devoción y tan disciplinada en su práctica, que rehusó que la interrumpieran. Envió un mensaje diciendo que le llevaría aEswarama las sagradas ofrendas de su ritual, pero que no interrumpiría sus oraciones.T erminó su ritual con plena concentración, volvió a la casa y le entregó a su nuera las flores y el agua sagrada; así compartió Eswarama las bendiciones del Señor. ¡Al minuto siguiente, el Señor había nacido! ¡Y el sol se levantó sobre el horizonte! Baba ha dicho que hay un punto especial que se debe tomar en cuenta con respecto a esta Manifestación, y es el hecho de que la encarnación no ha sido llevada a otro sitio, pues permanece donde nació el cuerpo, porque él ha elegido ese lugar como centro para sumisión de elevación y alivio. Por eso, Puttaparti debería haberse alegrado por partida doble aquella mañana de noviembre, porque el Avatar había elegido esa aldea para su nacimiento y también para su residencia ¡En verdad, la aldea que lleva la denominación de «llena de hormigueros» le dio una bienvenida apropiada al niño! ¡Había una serpiente en la misma habitación en que nació! Las mujeres no la habían visto, mas cuando observaron que las ropas sobre las que habían puesto al niño se movían y mecían de una manera extraña, pensaron que había algo debajo de ellas. Al principio no se atrevían ni a respirar, pero luego se dieron el valor suficiente para buscar bajo la cuna… ¡y encontraron una cobra! ¡La serpiente hacía el papel de Sesha para Seshasayi! (el que se apoya en el soporte psíquico supremo)
¡El bebé era indescriptiblemente encantador, lo cual no es de extrañar, puesto que ya desde la cuna poseía todos los poderes milagrosos que Patanjali dice que vienen con el nacimiento. Baba ha declarado que, incluso antes de su nacimiento, ya sabía dónde nacería; que nació con todos los poderes que más tarde ha ido manifestando uno tras otro, en el momento y de la manera en que El siente que pueden ser anunciados. Ha de suponerse, entonces, que el bebé tenía un halo de esplendor en tomo de su cabeza, que su sonrisa era de una belleza de otro mundo, y que tenía un poder celestial para cautivar los corazones. Hace algunos años, Baba me dijo: «De noche yo no duermo, en esos momentos recuerdo acontecimientos de mis apariciones pasadas, y me río para mis adentros, a medida que pasan los recuerdos». Puede entonces suponerse que las sonrisas y brotes de alegría que iluminaban la cuna del bebé respondían a los recuerdos de sus previas encarnaciones y aventuras. El niño fue bautizado con el nombre de Sathyanarayana porque a la madre le pareció muy significativa la relación entre su adoración a ese Dios y el hecho de ver realizado su caro anhelo de tener otro hijo. Cuando fue llevado a cabo el bautismo y se le susurró el nombre al oído, a los presentes les pareció que el bebé sonreía. ¡Sí, la sugerencia del nombre debe de haber emanado de El mismo! Esto puede explicar lo que Baba señala ahora: «Sathya (la Verdad) es el primer requisito para el progreso espiritual». La encarnación y manifestación de la Verdad no podía haberse dado un nombre másapropiado.El niño se convirtió en el consentido de toda la aldea de Puttaparti, y tanto campesinos como pastores rivalizaban entre sí en mimarlo, darle de comer o acariciar loss edosos rizos de su cabellera. Su encantadora sonrisa conquistaba a todos. La casa de Pedda Venkappa Raju siempre estaba llena de visitas que se quedaban, con uno u otro pretexto, entorno de la cama del niño, cantándole canciones de cuna o acariciándolo. Sathya se movía por la casa como una lucecita y todo se volvía risas cuando ensayaba su dulce vocabulario. Todos observaban con asombro que al niño le encantaba llevar gruesas líneas de ceniza sagrada sobre la frente y que insistía en que le fueran renovadas cada vez que se borraban. También le gustaba llevar un punto de kumkum (polvo, generalmente de color rojo) en el entrecejo, aunque su madre rara vez accedía a su petición por miedo al mal de ojo, de modo que el niño se lo poníá él mismo, sacando la pasta de la caja de cosméticos de sus hermanas. El es Shiva y es Shakti (la Realidad trascendente y su Realidad inmanente), demodo que ha de llevarlos a ambos: vibhuti (ceniza sagrada) y kumkum. El niño se mantenía alejado de los lugares en que se maltrataba a los animales, o se mataban ovinos o vacunos, donde se mataban aves o se pescaba; evitaba entrar en las cocinas donde se preparaban platos con cualquier tipo de carne. Y cuando escuchaba a alguien mencionar que se iba a matar a tal o cual ave para la comida, el pequeño Sathyanarayana corría hada el ave, la tomaba entre sus brazos y la acariciaba. Los vecinos comenzaron a llamarlo Brahmajñani (alguien que posee la Sabiduría Divina) a causa de este comportamiento y de su despliegue de amor por todo lo creado. En estas ocasiones, el niño solía irse a casa de los Kamam, quienes eran brahmines (quienes han comprendido el Principio Universal) y además vegetarianos, y aceptaba la comida que le ofrecía Subamma, la anciana señora de la casa. Cuando era tratado con dureza por sus compañeros de juego, casi nunca se mostraba rencoroso o vengativo. La información respecto de los maltratos que pudiera haber sufrido, siempre llegaba hasta sus padres por boca de otros niños que los habían presenciado y nunca de los labios de Sathya, quien no parecía preocuparse por el dolor ni por ser derrotado. Siempre decía la Verdad y nunca recurría a subterfugios usuales con que los niños tratan de ocultar sus errores por miedo al castigo. Su conducta era tan fuera de lo común, que un bromista lo llamó una vez «el niño brahmín». ¡Y sí que era una descripción adecuada!
Cada vez que un mendigo llegaba hasta la puerta y dejaba oír su lamento, Sathya abandonaba de inmediato sus juegos y corría hacia donde estaban sus hermanas, forzándolas a darle alimento o granos al menesteroso. A veces, con el propósito de evitar lo que los mayores consideraban «una caridad onerosa y equivocada», la madre tomaba al niño por un brazo y, levantando el índice en advertencia, le decía: «Está bien, puedes darle comida, pero recuerda, ¡tú tendrásque quedarte sin comer!». Esto tampoco hacía desistir al niño, que corría a la cocina, le traía comida al mendigo y luego, por su propia voluntad, faltaba a la comida del mediodía y a la de la noche. Nada ni nadie podía persuadirlo de comer de su plato, el cual permanecía intacto. ¡Mas el niño tenía un misterioso visitante que lo alimentaba! Porque cuando rehusaba el alimento y persistía en su actitud por días, ni su actividad ni sus movimientos denotaban debilidad alguna. Eswarama contaba que el niño decía que ya había comido, que un anciano lo había alimentado espléndidamente dándole bolas de arroz con leche; y, además, el niño mostraba voluntariamente otra evidencia irrefutable: extendía su mano derecha para que su madre la oliera, y, prodigiosamente, ella podía aspirar en aquella pequeña palma un aroma de leche, ghi y cuajada como no había olido nunca antes. Sin embargo, se mantenía el misterio sobre quién era ese anciano, el visitante invisible, el extraño que venía a alimentar al niño. Cuando Sathya ya pudo empezar a correr por la calle, iba a buscar a los lisiados,l os ciegos, los débiles y los enfermos y los conducía de la mano hasta la puerta de su casa; las hermanas tenían que encontrar algo para darles en tanto que el «pequeño maestro» lo observaba todo, feliz.
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